miércoles, 19 de agosto de 2015

CAPÍTULO 11- Boda y tornaboda

Después de un caluroso día llegó la noche y una ligera brisa empezó a correr por Benquerencia. La "calle del Polvo" comenzó a tomar vida y en unos minutos estaba llena de jóvenes paseantes que en grupos de dos, tres, cuatro o más personas caminaban por ella divirtiéndose con las ocurrencias propias de la edad, contando algún que otro chascarrillo o simplemente conversando sobre algún tema de interés común.

Miguel, que estaba sentado con sus amigos en la "calzada de Tarrán", llevaba un buen rato mirando a los distintos grupos de chicas que pasaban por delante de él. Al final llegó a las siguientes conclusiones que explicó a sus amigos:

-Cuando van paseando más de dos muchachas si alguna tiene novio se coloca en el centro. Si ninguna lo tiene  se ponen en los lados las más "espabilás" dejando el centro para las más tímidas. 
Cuando se acerca "algún moscón" y llega a la altura de ellas para pasear al unísono aceleran el paso si no les interesa o lo disminuyen
si lo consideran interesante.

-Vamos a hacer una prueba para comprobarlo- propuso Paco.
Los tres mozalbetes se pusieron de pie y se acercaron a dos chicas que venían en dirección contraria.

-Oye, María: ¿Sabes si mañana habrá cine en el casino de Molinilla?- les dijo Miguel para entablar conversación.
Las dos muchachas ni contestaron y aceleraron el paso dejándolos como tres pasmarotes en el centro de la calle.

-¡¡Veis como tenía razón!!. A estas no les interesamos. Probaremos con otras.-Comentó Ángel. 

A la altura de la puerta de Carnera se acercaron a cuatro chicas a las que ya conocían: Carmen, Rocío, Josefina y Rosa.

Paco y Miguel las saludaron y, aunque no les hicieron mucho caso, permitieron que los dos mozalbetes fueran al lado de ellas durante en tramo de la calle conversando sobre temas intranscendentes. 


Miguel las invitó a un helado cuando se cruzaron con la Gobierna que  se había parado delante de ellos para promocionar sus producto:
                               
                                      ¡¡Qué ricura
                                     para la criatura!!

Las muchachas, después de dudar unos momentos, aceptaron la invitación  y continuaron paseando hasta que decidieron que era la hora de marchar cada una para su casa.
Al despedirse Rocío les dijo:
-Mañana por la tarde a pasear a la carretera.

Paco y Miguel se acercaron a la puerta del Maestro Villa. Le compraron a la Loreta un cucurucho de altramuces y volvieron con los demás amigos que estaban sentados en las piedras de la calzada de Tarrán. Ni que decir tiene que estaban muy contentos porque las muchachas les habían dejado pasear con ellas un buen rato. 


-Oye Miguel: ese comentario de "mañana por la tarde a pasear a la carretera" que hizo Rocío ¿no habrá sido una insinuación para que nos enteremos y vayamos nosotros?-dijo Paco.
Miguel se quedó pensativo y un montón de pajarillos comenzaron a volar dentro de su cabeza.


A la caída de la tarde del día siguiente ya estaban los mozalbetes en la carretera esperando la llegada de las chicas. Se entretenían tirádoles piedras a los cuartones de las pitas para  caer "las balas" que tenían en la parte superior y jugar con ellas tirándoselas a todo el que pasaba por allí.

Los juegos cesaron cuando vieron aparecer a las cuatro chicas. Al instante se percataron de que había cambios en relación con la noche anterior: Rosa se había metido para el centro dejando a Josefina en el lateral. A Paco este detalle no le agradó nada ya que a él la que le gustaba era Rosa pero se ve que ella no tenía los mismos sentimientos hacia él y le cerraba la puerta.

De todas maneras se pusieron a pasear con las chicas y pasaron, sobretodo Miguel y Rocío, una agradable velada.
Se sentaron en un velador del chiringuito que Berrito abría en la misma carretera cuando llegaba el buen tiempo y se tomaron unos vasos de gaseosa. Luego regresaron a la calle del Polvo y continuaron paseando con la excepción de Paco que abandonó el grupo diciendo que tenía que hacer unos "mandaos" que le había encargado su padre.

Unos meses después Miguel se encamino muy decido a la casa de Rocío que vivía en la Roda.
Llamó a la puerta y entró.
-Buenas noches-dijo dirigiéndose a Emilio, el padre de la muchacha.
-Como usted sabe Rocío y yo llevamos bastante tiempo paseando y vengo a pedirle la entrada para así formalizar nuestro noviazgo.
El padre de Rocío se quedó unos segundos pensativo. Luego, mirando a los ojos del pretendiente le dijo:

-Mira Miguel sé que eres un buen chico y que vienes de una familia
muy apreciada en el pueblo. Nosotros somos humildes pero muy honrados y no quisiéramos llevarnos un disgusto si luego resulta que querías a Rocio sólo para pasar el rato.-

-No tema usted, si estoy dando este paso es 
porque quiero a su hija de verdad y porque los dos deseamos formalizar nuestro noviazgo para poder casarnos cuando llegue su momento-le respondió Miguel.

-Creo que sois muy jóvenes todavía, pero bueno, si ese es vuestro deseo  nosotros no vamos a cortar vuestras ilusiones así que tienes nuestro consentimiento y, desde este momento, te consideramos como uno más de la familia- dijo Emilio.

Por las tardes Rocío y Miguel, como casi todas las parejas y jóvenes del pueblo, bajaban a la carretera y estaban paseando un par de horas entre la Entrada y la Zanja haciendo innumerables proyectos de futuro y llenando de ilusiones las alforjas de sus vidas. El lugar les parecía delicioso: Carretera sin circulación, árboles con flores blancas a ambos lados y algunas pitas de las que salían enormes cuartones coronados con sus floridos y simétricos brazos mirando al cielo para decorar aquel maravilloso paisaje.

En la Zanja, al inicio de la carretera del Olivar, habían dejado en el suelo dos enormes troncos de encina que servían de banco a nuestros protagonistas cuando se cansaban de pasear.
¡¡Cuántas historias, promesas de amor, anécdotas y curiosidades podrían contar los mudos protagonistas si pudiesen hablar antes 
de arder en la lumbre de la casa del Olivar y convertirse en ceniza!!

El tiempo fue pasando. Rocío y Miguel llevaban ya siete años de relaciones formales y habían decidido casarse.
El primer paso que tenían que dar era hablar con sus respectivos padres y fijar una fecha para la boda. Y así lo hicieron.

-Madre, quisiera hablar un momento contigo y con padre.
-Vale hija pues habla, que te escuchamos.

-Es que Miguel y yo hemos pensado que llevamos ya muchos años de novios y quisiéramos casarnos.
Consuelo, la madre dio un respingo y levantando el tono de voz le espetó: 

-¿Con prisas o sin prisas?

- No os preocupéis que no ha pasado nada y sólo quería hablar con vosotros para fijar la fecha de la boda pero, para el año que viene.

La Consuelo respiró aliviada y comentó:

-Por mí no habrá problema ya que nada más me falta bordar una sábana y poner las iniciales a un par de toallas para tener tu ajuar terminado.

Emilio, el padre, también comentó:

-Me parece muy bien, ya tenéis edad para levantar el vuelo y dejar el nido. Además la mama y yo nos estamos haciendo viejos y ya va siendo hora de podamos disfrutar de la alegría de los nietos.

-Bueno pues si no hay impedimentos podemos ir pensando en una fecha- comentó Rocío.
-¿Cuál prefieres tú?-preguntó la madre.
-Miguel y yo pensamos que lo ideal sería por San José.

-Es que ya sabéis que una boda trae muchos gastos y llevamos un par de años de malas cosechas tanto de cereales como de aceitunas y en estos momentos nuestros ahorros están a cero-dijo Emilio.

-¿No sería mejor dejarla para últimos de Julio o primeros de Agosto que ya se han recogido el trigo, la cebada y la avena y tendremos cierto desahogo económico.

-Mirado desde ese punto no me parece mal pero tendré que consultarlo con Miguel para que me diga lo que le parece- comentó Rocío.
-Otra cosa: ¿Dónde pensáis vivir?-preguntó el padre.

-Teníamos pensado que nos dejaseis la habitación de al lado de la
cocina por algún tiempo hasta que tengamos nuestros ahorrillos y podamos comprar o construirnos nuestra propia casa.

Por nosotros no hay ningún inconveniente-dijo la Consuelo abrazándose a su hija:

El día de la ceremonia Miguel estaba muy nervioso porque se aproximaba la hora. Su madre dio la orden de partir y salieron en comitiva hacia la Iglesia.

La Iglesia estaba totalmente llena y la novia, como sucede casi siempre se hizo de esperar durante un buen rato. 

Don Jerónimo ofició la ceremonia acompañado por los monaguillos Manolo del Chiquitín y Antoliano.

Acabada la celebración eclesiástica, se dirigiron todos a  la casa de la nueva esposa. Por el camino la numerosa chiquillada cantaba aquello de:
"Padrino rumboso echa mano al bolso
que no tienes cara de ser tan roñoso"

El padrino, a cada cierto tramo, y en respuesta a los cánticos lanzaba al aire un puñado de perras gordas y chicas que eran rápidamente recogidas del suelo por los más pequeños con los correspondientes empujones y carreras.

El convite era en casa de la novia.  Pasaban los familiares con bandejas. Unas con dulces y otra con aguardiente. La del aguardiente con una copa que se llenaba inmediatamente que alguien se la bebía. Las rondas se iban sucediendo con distintas clases de dulces: rescaldones, perrunillas, galletas, magdalenas y rosquillas.

Como era imposible comérselo todo los asistentes llevaban un pañuelo limpio para guardar los dulces y posteriormente llevárselos
a sus casas. 

Terminado el convite los asistentes pasaban  por delante de la mesa de los novios para desearles felicidad y entregarle un donativo económico para sufragar los gastos de la boda y ayudar a la pareja en sus primeros dispendios comunes. 

Luego se marchaban al casino del Niño para cerrar la jornada con una buena sesión de baile.
Al día siguiente continuaban los festejos. Como el banquete se había realizado en casa de la novia, que era lo habitual, en casa del novio se organizaba la Tornaboda. 

A primeras horas de la mañana el padre de Miguel ya tenía preparada la carne de un chivo para que cuando llegara la Sales pudiese hacer la caldereta que sería degustada al medio día por todos los invitados.
A este evento sólo asistían los familiares y amigos más íntimos. 

Después de la comida hubo una relajada sobremesa en la que se comentaban los detalles de la boda y los planes de futuro que se proponían los novios. 

A media tarde la mayoría de los asistentes acompañaron al castillo a Rocío y Miguel para seguir la tradición. El subir al castillo el día de la Tornaboda era considerado un presagio de buena suerte en el futuro de la pareja.

Aquí comenzaba una etapa en la vida de dos benquerencianos llena de ilusiones y proyectos de futuro. Ellos fueron un pequeño eslabón en la creación de una gran familia que perdurará en nuestro pueblo durante muchas generaciones. Quien sabe si tú, que estás leyendo estas líneas, formas parte ella. 
(Capítulo abierto para su ampliación con cualquier texto o fotos que me enviéis)


FOTOS
Boda de Anita Hidalgo y Jesús Tena celebrada en Guadalupe el año 1969




Boda de Rosa y Manolo Tena en Barcelona el 12 -Septiembre-1971

  Con Luisa(mi madre) y Emilio (mi hermano)
Con Florentina, Mari y Antonio(hermanos de Rosa)
Con Engracia y Manuel (padres de Rosa)

Boda de Manolita Tena y Emilio Caballero

Boda de Basi Benítez Romero
 Boda de Sabina Ramiro y Rafael Sánchez(Fotos enviadas por Rafael Sánchez Ramiro. Gracias)


Boda de Sagrario Valdivia Ruiz y Salvador Tena Izquierdo(año 1955)
Foto de una de las  primeras bodas cuyo banquete se celebró fuera del  domicilio de los novios. Casino de la Churrera


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