sábado, 29 de agosto de 2015

CAPÍTULO 2- Aquello si que era fútbol auténtico


Los primeros datos que he conseguido del fútbol en Benquerencia se remontan a mediados de los años treinta.

Por aquella época había en Perelada un sacerdote benquerenciano Frutos Tena Amaya que era gran aficionado a este deporte. Era una persona muy popular en ambos pueblos.

De vez en cuando organizaba partidos amistosos del Peraleda contra Benquerencia. El equipo benquerenciano  muchas veces prefería jugar en terreno contrario porque carecía de un campo de fútbol adecuado.
Los jugadores de Benquerencia encabezados por Sixto Hidalgo, Ángel Morillo, Alejandro Tena, Pepe Tena y otros, además del propio cura, hacían en bicicleta los 27 kilómetros que separan ambos pueblos.

Estos partidos despertaban gran espectación en el vecino pueblo y acudían a verlos gran cantidad de aficionados locales y algún que otro benquerenciano.

Cuando acababa el partido Frutos invitaba a los jugadores benquerencianos a tomar unas gaseosas en la Casa del Pueblo y despedía a sus amigos que, después del cansancio del encuentro,  tenían que hacer pedaleando los otros 27 kilómetros de regreso. Además como no había bicicletas para todos en muchas de ellas iban dos jugadores que, cada cierto tiempo, se turnaban en el pedaleo.
¡¡Qué cracks!!
Debido a lo accidentado del terreno en Benquerencia era imposible encontrar una superficie plana con la suficiente extensión que sirviese para poder practicar el fútbol. Los entrenos y partidillos de cada día se hacían en el pequeño ensanche que había en la carretera entre la desembocadura de la Calleja y la era del Roso.
Otras veces los jugadores bajaban por el camino de la Ermita y jugaban los partidos en la era de Arturo que estaba delante de Rando.
Jesús de Molinilla, Luis de la Canaria, Manolo del cartero, Víctor Matías, Pedro Porrilla, Joselín, Angelín(el Chiri), Emilio Tena y Pepe Luis(Foto de un partido Castellán-Benquerencia)
También se jugaba en la Dehesa enfrente del horno de Loja.
Posteriormente se habilitó como campo de fútbol y se pusieron unas porterías en un terreno situado a la izquierda de la carretera del Campo. La verdad es que por la distancia o no sé por que motivo el caso es que esos sitios no tuvieron aceptación entre los futbolistas benquerencianos.

Cuando había algún partido con algún pueblo vecino se jugaba en el "Lejío". Era admirable el esfuerzo que tenías que hacer para subir la cuesta después de la paliza que te habías dado jugando.

                                                    
Jugadores benquerencianos en "El Abrevadero"
En unos años el sitio preferido para jugar partidillos amistosos o de solteros contra casados fue el Abrevadero. Recuerdo que se hacían unos agujeros en el suelo y se colocaban los palos de las porterías.


Verano del 1959 en Benquerencia de la Serena

Antonio cogió su pelota y se encaminó a la carretera. Allí le estaban esperando sus amigos Jesús, Sánchez de Cobertones Manolo, Joselín,Víctor, Pepe Luis, Angelín, Emilio, Porrilla y otros mozalbetes que estaban tirando piedras desde el terraplén para ver quien llegaba más lejos para entretenerse hasta que llegara el balón .
-¡Venga Antonio eres un tardón!, le recriminó Jesús nada más asomar por la Calleja.
Se acercaron a él corriendo para darle la gran noticia: 
¡¡El domingo hay partido contra Helechal!!.

Sin hacer más comentarios se pusieron a entrenar con más ilusión que otros días.
El "terreno de juego" era un pequeño ensanche de la carretera situado a la izquieda de la Calleja al lado de la parada del Servicio.
Cuando había pocos jugadores se marcaba con dos piedras una única portería de espaldas al pueblo. Enfrente se colocaban los delanteros y en los laterales, dirección Castuera y Helechal los extremos.

Eran varias horas de continuos centros y remates que sólo se interrumpían cuando alguna pelota impulsada con demasiada fuerza caía en los corrales de la Agustina, Mereje o de la Machaquita.

Con la Agustina y la Machaquita no había ningún problema para recuperarla ya que había poco desnivel y sólo teníamos que bajar para cogerla. 

Con Mereje ya era otra cosa porque la pared de su corral era mucho más elevada ya que mediría muy bien tres o cuatro metros y era difícil descender por ella. Normalmente tenía la puerta de atrás cerrada y no se debía de enterar si caía la pelota  y  bajábamos por ella pero muchas veces sucedía un caso curioso. 

El corral tenía alarma. Si, si alarma. Cada vez que caía la pelota las cuatro o cinco gallinas que tenía cacareaban y se ponían a dar pequeñas volantadas como si estuvieran locas. Al momento Mereje abría la puerta y cogía la pelota. Para que no se enfadara había que dar la vuelta y entrar por su casa para pedírsela. Algunas veces se enfadaba y nos la retenía un buen rato hasta que se calmaba y nos la devolvía.

¡¡Lo que tenía que aguantar el buen hombre!!

Hacia el corral de la Machaquita la pendiente era más suave y, después de dar unos cuantos de botes la pelota llegaba a su casa rodando. Chocaba contra la pared y se paraba.
Algunas veces entraba por la puerta, que acostumbraba a tener abierta de par en par, y al que bajaba a buscarla siempre le decía lo mismo:

-Buenas tarde hijo, ahí la tienes en ese rincón.

En otras ocasiones la pelota entraba por la puerta de atrás y salía por la de delante. Entonces su comentario era: 

-Ha pasado por aquí como una loca. Ni me ha saludado. Seguro que va a le Ermita a rezarle un Padrenuestro a San José. Anda hijo corre que si no, no la alcanzas.

¡¡Qué gran mujer!!

La vestimenta de los jugadores era muy variopinta: Pantalones cortos, pantalones largos, bombachos, camisas de manga corta, camisas de manga larga, camisetas de tirantes.
No digamos del calzado: Alpargatas, zapatillas, botas y sandalias hechas por Luis el Cartero, zapatos de vestir etc.etc.

A mí me llamaban mucho la atención las botas de hebilla que llevaban Antoliano y Sánchez de Cobertones porque, al correr, las hebillas hacían cric, cric, cric como si fuesen cascabeles.

Cuando el grupo de jugadores era más numeroso se jugaba un partido alargando el campo hecia la era del Roso y poniento dos porterías en medio de la carretera. Era increíble la habilidad de algunos jugadores manejando la pelota en la misma cuneta llena de cardos ya que esta formaba parte del "terreno de juego".

Creo recordar que El Rachao y alguno más del Altillo jugaban descalzos y cuando tenían que ir por alguna pelota pisaban los enormes cardos borriqueros como si nada. ¡¡¡Increíble!!!

Las pelotas que se usaban para entrenar eran, la mayoría de las veces, de goma. Duraban poco porque se pinchaban con los cardos y había que desecharlas. Había algún que otro balón "de reglamento" que era el clásico de cuero o badana que tenía una cámara interior con una boquilla para su inflado. Tenía una ranura con un cordón de cuero para poder sacar la camára en caso de pinchazo. 
Si al rematar de cabeza te encontrabas con el cordón de la ranura estabas viendo estrellas durante un buen rato.

En aquella época por la carretera pasaban pocos coches. Cuando veíamos venir alguno apartábamos las cuatro piedras de las portería y le dábamos paso. El conductor reducía la marcha y nos lo agradecía saludándonos con una sonrisa o con un movimiento de manos.

¿Os imagináis esta escena actualmente?

El día del partido los jugadores de Helechal se presentaron en Benquerencia utilizando los dos medios de comunicación mas comunes en aquella época: andando y en bicicleta. Venían muy contentos entonando sus cánticos porque en el último partido, jugado en su "casa", nos habían ganado 5-1.

Sobre las cuatro de la tarde empezó el movimiento en el camino del "Lejio". Jesús, Pedro, Juan y Luis llevaban los postes de las porterías que eran dos cuartones de pita que, al estar secos, pesaban poco. Detrás de ellos iban los jugadores acompañados por toda la chiquillada del pueblo, familiares y alguna que otra zagala. 

La comitiva parecía una serpiente multicolor ya que, como el suelo estaba lleno de cardos secos que
pinchaban una barbaridad, había que caminar de uno en uno por la estrecha vereda zigzagueante que nos llevaba a la entrada del "Lejío".

Una vez allí se hicieron cuatro agujeros y se pusieron las porterías. Otro grupo se dedicó a quitar parte de los numerosos cardos que había en el terreno de juego.

Por fin saltaron al campo los jugadores El equipo benquerenciano vestía pantalones variados y camisas de tira blancas. Los helecheños pantalones normales y camisas de manga larga.

Benquerencia salió en tromba acorralando a Helechal en su "área" pero, en un rápido contrataque del equipo helecheño nuestro portero, Jesús de Molinilla no pudo evitar el el gol. 

Los jugadores de Benquerencia siguieron poniendo cerco a la portería contraria pero una pelota bombeada desde el centro del campo supuso el 0-2 para los visitantes. La chiquillada benquerenciana animaba a su equipo ante la injusticia de un resultado tan adverso.

Se llegó al descanso con el mismo resultado y la mayoría de los jugadores corrieron a la cercana fuente para beber y refrescarse un poco ya que hacía un calor insoportable. 

Unos pinchazos provocados por los cardos y varios arañazos en una pierna de Jesús era lo único digno de destacar en el aspecto físico. En el moral los jugadores de casa estaban destrozados ya que no comprendían como con lo bien que habían jugado estaban perdiendo el partido.Yo me acerqué a darles ánimos y les dije que quedaba toda una segunda parte en la que se podría cambiar el resultado.

Comenzó el segundo tiempo. Ángel, Emilio y Pedro se hicieron los dueños del centro del campo y comenzaron a servir balones a la delantera en la que Pepe
Luis en un abrir y cerrar de ojos marcó dos auténticos golazos. La chiquillada, loca de alegría, animaba a los jugadores venaos. 

Después llegaron otros tres goles que dejaron en cinco-dos el resultado final.
Nuestros jugadores, exaustos, pero contentos se abrazaron con los seguidores y después de refrescarse y beber agua iniciaron el camino de regreso al pueblo.

Como era costumbre la comitiva hacía una parada en la Fuente para beber y refrescarse un poquito.
La entrada por la calle Arriba fue apoteósica. Los vecinos al oír la algarabía salían  a las puertas y con gran alborozo aplaudían a los jugadores.

Este era el auténtico fútbol que se practicaba en nuestro pueblo y no el que hay ahora totalmente comercializado. 

Si se pudiesen medir la ilusión y el esfuerzo ¿cuánto tendrían que haber cobrado los jugadores de aquella época?

Algunos de mis amigos y yo cuando acababa el partido nos íbamos a la vía  y poníamos en ella alguna perra chica, gorda o dos pequeños trozos de alambre cruzados. Cuando pasaba el tren se convertían en chapas y tijeras. 

¡¡Qué bien nos lo pasábamos!!

Capítulo abierto en el que se puede incorporar cualquier anécdota foto o texto que me enviéis-Gracias.

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